Con ocasión del viaje a Roma por la canonización de San Jose Maria. el 6 de octubre de 2002.
El 3 de octubre a las 7 de la mañana, misa en la capilla con el Papa Juan Pablo II, posteriormente,
en la biblioteca del tercer piso del palacio apostólico del Vaticano,
saludo personal y breve conversación, recibí su bendición y un rosario de sus manos.
Al terminar hizo la señal de la cruz en mi frente.
Curso del Pontificio Consejo de Textos Legislativos. Al terminar la audiencia con el Papa Benedicto XVI, le saludé personalmente y besé su mano.
Un sábado, a final del mes de enero de 2017, posiblemente sería el día
21, recibí una llamada telefónica sobre las 6 de la tarde, cuando
entraba a mi despacho.
Atiendo la llamada y el interlocutor me comunica que sí, que mi
solicitud ha sido aceptada y que podré asistir a la Misa con el Papa
Francisco en Santa Marta el día 14 de marzo de 2017. Me quedé
consternada… Continuó diciéndome que tenía que estar a las 6,45 horas de
la mañana en la Cancillería
del Santo Oficio. También me indicó que tomara nota de quién era para
poder localizarle si necesitara algo, dándome el Monseñor que me llamó
su nombre y su teléfono.
No me lo podía creer… ¡Estaba feliz!
Por esos días de marzo del 2017, asistí en Roma a un Congreso de Derecho
Canónico.
Por la mañana temprano, creo recordar que pasé tres controles y después…
ahí, en la Capilla de la Casa Santa Marta donde vive el Papa, estaba yo
con otras 39 personas.
Antes de las 7 de la mañana, empezó la Misa con el Papa, piadosa,
cuidando la liturgia…
En la homilía, breve, concisa y concreta, el Papa nos comentó que
estábamos en cuaresma y que la cuaresma es tiempo de conversión; pero
que la conversión no viene como una varita mágica, que la conversión es
apartarse del mal y hacer el bien (Salmo 36,27).
Al terminar la Santa Misa, el Monseñor organizador nos comunicó que,
entonces, fuera de la capilla podríamos ir saludando al Santo Padre uno
por uno, empezando por los sacerdotes, siguiendo con la parroquia romana
y después, iríamos los demás.
Yo lo tenía claro: necesitaba tiempo suficiente porque quería hablar con
el Papa de varios asuntos, que llevaba muy bien pensados.
Empecé cogiéndole su mano y mostrándole la foto de mi familia cuando
éramos pequeños –con mis padres y los nueve hermanos-, que él bendijo.
A continuación, le comenté lo que me atenazaba el alma:
Tres personas, conocidas y queridas, que habían fallecido de repente.
Alguna sin practicar, en situación irregular y sin confesión.
Sus ojos clavados en los míos… Su cara mostraba pena, la pena que
compartía conmigo. Y entonces, empezó un diálogo entre los dos:
¿Puedo tener esperanzas de gloria?, le
pregunté.
De inmediato, su respuesta tajante fue:
Sí, claro que sí. Ni lo dudes… ¡La duda le ofende!
Pero, ¿y la gracia?, le repliqué.
La gracia es Él, me aseguró.
Le comenté que era abogada y que me dedicaba a las nulidades matrimoniales. Y le di las gracias por la reforma que él había llevado a cabo con las Nulidades Matrimoniales porque –le dije- la reforma es… ¡un bien!; pero… la diligencia Mirándonos, asintió con la cabeza a lo que yo no le había dicho expresamente y como queriendo manifestarme asentimiento, también sin palabras: lo sé, lo sé… Llevaba en mis manos unos folios en un dosier con los diez fallos que yo veo en las Nulidades Matrimoniales y mis sugerencias. Le pregunté al Papa: ¿quiere que se las dé? Sí, sí me respondió y se las entregué. Inmediatamente, del Papa pasaron a otras manos.
Por último, le agradecí al Papa haber podido celebrar mi cincuenta
aniversario asistiendo con él a la Misa en Santa Marta, como tanto
deseaba y como había pedido. Me dio la bendición y yo le besé la mano.
Me separé de él con una amplia sonrisa y… me llevé la sonrisa del Papa.
Recuerdo lo que exclamaba mi abuela Rosa, simpática andaluza, ante un
acontecimiento excelente: ¡NOS HA VENIDO
DIOS A VER..!
PDF Link Texto con el resumen completo.
PDF Link Documento entregado al Papa en la visita.
Nota aclaratoria: En el 2014, antes del Sínodo de los Obispos sobre la Familia les envié a todos los obispos de España ese mismo documento, pero entonces eran doce fallos con mis sugerencias. Posteriormente, con la reforma del Papa Francisco, dos de esos fallos ya se habían resuelto, por lo que se habían convertido en diez cuando se los di al Santo Padre.